Así es como, de mayor a menor longitud de onda, dividimos el espectro electromagnético en ondas de radio, microondas, infrarrojo, luz visible, ultravioleta, ...
Fue aquella necesidad de poder desplazarse por el agua la que llevó a nuestros antepasados unicelulares a desarrollar aquellos proto-ojos. "Porque una gran parte de nuestros antepasados, o bien vivían gracias a la luz, porque eran fotosintéticos, como las plantas hoy en día, o bien se movían en entornos en los que alguien se los iba a comer si los veía. Basándonos en el mar, al cabo de 7 u 8 metros, el agua es capaz de absorber el color rojo, mientras que el azul llega a más profundidad sin ser absorbido ni rebotado por el agua. Y es, precisamente, esta particularidad la que explica lo fascinante de nuestra evolución. Estas bacterias desarrollaron un tipo de órganos o sensores para detectar de dónde procedía la luz. Si hubiera una gran masa de agua completamente quieta y sin impurezas, veríamos el fondo. La explicación de su transparencia es que "el agua, al ser líquida, deja que la luz la atraviese. Si observamos un vaso de agua y esta no tiene impurezas, podemos asegurar que es incolora o transparente. La luz simplemente atraviesa el agua", explica Aparici. En el agua, la luz entra, no es absorbida pero tampoco es rebotada. "Cuanto más estrecha en la longitud de onda, más energía contiene esa onda y de ahí que pueda producir efectos físicos más importantes. Esto tiene que ver con la estructura interna de los átomos que componen el objeto.